Adaptado para apoyo materia HISTORIA
DE MÉXICO I
Profesora Susana Huerta González
Ezcurra
analiza esta etapa histórica, de manera muy general, que si no se interpreta
con cuidado puede generar falsas interpretaciones. Señala que la guerra de independencia no
generó cambios en la ciudad y por supuesto que no podía motivar cambios, pues la
situación económica y política tenía como propósitos fundamentales lograr la
emancipación de España.
Señala
Ezcurra que los cambios más importantes en esta etapa histórica, se darán hasta
con las leyes de Reforma, y como efecto de la ley de desamortización (1856), ya
que esta ley sienta las bases para modificar las formas de propiedad
coloniales.
Veamos
porqué Ezcurra plantea eso: desde la colonia la iglesia había acumulado la
propiedad de la tierra y las empleaba para realizar actividades no económicas
(templos, conventos, etc.). Desde el prehispánico, otro sector que poseía
tierra eran los indígenas y campesinos y tampoco la empleaban para producir
para el mercado, pues sólo eran para el autoconsumo, debido al nivel de pobreza
en que estaban sumidos.
O
sea que ninguna de esas dos formas de propiedad de la tierra producían para el
mercado y para el desarrollo capitalista era fundamental que la producción
agrícola sirviera para desarrollar el intercambio, incentivar el consumo y
ampliar la distribución tanto de dentro como de fuera del país.
EXPLICACIÓN
DE LOS ANTECEDENTES DE LA DESAMORTIZACIÓN:
La
guerra de independencia lleva en su interior una demanda importante sobre la
propiedad y el uso de la tierra, pero, al consumarse la separación de España, va
a pasar todavía medio siglo sin producirse cambios significativos y ellos se
darán a través de las Leyes de Reforma
que van a modificar una parte de la tenencia en el campo, pero sin tocar las
condiciones de vida de campesinos e indígenas, pues ellos mantendrán sus
condiciones de pobreza, porqué, veamos:
Uno
de los efectos de la desamortización, será reforzar la monopolización de
mayores extensiones de tierras en manos de nuevos propietarios, esto es, las
haciendas continúan creciendo, así como los latifundios; el gobierno de
Porfirio Díaz al final del siglo XIX fortalece la anterior política, con diversas
leyes, además busca incentivar la exportación, por ello favorece el crecimiento de las haciendas y
promueve que sus productos sean para enviarlos al extranjero, lo cual puede
hacerse a través de tecnificar a haciendas y ranchos, principalmente en el
norte del país.
Lo
anterior se promueve a través de despojos a los campesinos y de someterlos a
formas de explotación inhumana: en el sur del país las haciendas azucareras
invaden pueblos enteros y en el norte, el valle del Yaqui es agredido con
brutalidad a través de las armas y desarraigando a sus pobladores.
En
otro momento se analizará lo relativo a la propiedad de la iglesia, pues en
este ensayo nos concretaremos a estudiar lo que compete a la propiedad de
campesinos e indígenas.
HISTORIA DEL PROBLEMA DE LA CLASE
CAMPESINA:
Los campesinos vivían condicionados por dos factores principales: el de la distribución de la tierra y el del régimen de trabajo. Respecto al primero diremos que la propiedad territorial en México se configuró desde la época colonial al quedar concentrada en manos de
La estructura social de México mantuvo
una oligarquía desde el siglo XVI, a la
cual se unían nuevos ingresados peninsulares, quienes a través del mayorazgo
monopolizaron grandes extensiones de tierra. La clase de los terratenientes
rurales, hacendados herederos de los estratos superiores de la nobleza
virreinal, era la más respetada. Podían invertir en otros bienes, pero la
hacienda les daba prestigio económico, social y político. Este grupo se
mantendrá incólume, más aún, se incrementará con el tiempo. A los latifundistas
criollos se unirán los extranjeros.
La propiedad realenga o nacional a partir de 1821 se comenzó a fraccionar por dos razones: l) por un aumento demográfico y 2) por la idea que se tuvo de movilizar ese fuerte resorte de la economía que es la tierra, incorporándola al desarrollo económico general del país.
En 1824 se procedió a la venta y colonización de los terrenos baldíos, dividiendo el producto entre Estados y Federación; se enajenaron grandes extensiones nacionales y eclesiásticas a políticos y exfuncionarios, hasta que intervino la federación y quitó el control a los Estados.
La propiedad comunal, civil y
eclesiástica se mantuvo hasta 1856 en que se expidió la Ley de desamortización, la
cual afectó a la propiedad eclesiástica, pero también a las comunidades
indígenas que empezaron a perder sus propiedades ante la expansión de rancheros
criollos y mestizos y de hacendados. En 1863 Juárez dictó en San Luis Potosí la Ley de 20 de julio sobre ocupación
y enajenación de terrenos baldíos. Por ella se concedía derecho a ocupar hasta 2 500 hectáreas de
tierras que se comprarían a bajo precio con la obligación de poblarlas con un
mínimo de una persona por cada 200 hectáreas . Dada la situación reinante, esta
ley no tuvo efecto alguno.
Con el fraccionamiento de la propiedad
eclesiástica y de comunidades de indios, los hacendados se fortalecieron. La
imposición de capitales formados en el comercio y en la propiedad
territorial, abrió a ésta nuevas posibilidades. Los extranjeros se sumaron a
los latifundistas existentes y así surgió la oligarquía hacendista del régimen
de Díaz.
Como la población creció y el número
de campesinos presionó a las autoridades a buscar tierras disponibles, el 15
de diciembre de 1883 se promulgó la
Ley de colonización y deslinde de terrenos baldíos, por la
cual se crearon compañías deslindadoras. Éstas se integraron con comerciantes,
terratenientes, extranjeros, políticos y su finalidad era la de señalar y
deslindar los terrenos baldíos para ponerlos a disposición de los campesinos
mediante su venta. La Ley
otorgó a las compañías, por compensación de sus servicios, una tercera parte
de las tierras deslindadas y el resto lo puso en venta.
Dada la mala fe, la ambición de los
deslindadores y el poco cuidado que se tuvo con esa labor, las Compañías
señalaron como baldíos tierras propiedad de pueblos, iniciando su despojo. El
Estado recibió muy cortas ventajas y las tierras vendidas quedaron en manos de
unas cuantas personas que las adquirieron en condiciones favorables. En 9 años
se deslindaron 38 249 373 hectáreas. Poco más de 12 millones pasaron al Estado
y el resto quedó en manos de particulares.
Algunos datos muestran ese enorme despojo.
California tiene poco más de 15 millones de hectáreas; de ellas Luis Huller
obtuvo 5 387 157; Flores y Hale 1 946 455; Adolfo Bulle y socios 1 053 402 y
Pablo Macedo 3 620 532. Así ellos obtuvieron más de 12 millones; el resto
pertenecía a los pueblos, caminos y zona federal y pequeñísimas propiedades de
los habitantes. En Chihuahua Valenzuela obtuvo 6 954 426 y Del Campo Hermanos
6 000 000; en Sonora Bulle 655 522 y Peniche 2 188 074; en Durango Asúnsolo 1
043 099; en Tabasco Valenzuela 743 331 y así en otros lugares.
La oposición a ese enorme despojo, que
fue el trabajo de las deslindadoras, desencadenó la violencia. En Pihuamo en
1889 se rebelaron numerosos campesinos. Los yaquis y los mayos de Sonora se
disgustaron e iniciaron sus revueltas que serían dominadas a sangre y fuego.
La ambición sin límites de los
latifundistas los cegó al grado que en 1894, el eminente porfirista Pablo
Macedo desechó la obligación de colonizar y trató de consolidar en forma efectiva,
absoluta y eterna la propiedad.
Ante esos excesos, en 1896 se comenzó a
estudiar una ley que garantizara fundamentalmente la propiedad indígena. Esta
ley paternal autorizaba a dar a los labradores pobres la propiedad de las
tierras que estuviesen en su poder, a los pueblos los sitios en donde se
asentaban y a defender las tierras de servicios públicos. Como esta ley fue de
muy corto contenido, no prosperó. Los deslindes se terminaron de 1900 a 1904. De las tierras
nacionales se otorgaron 43 309 títulos de los cuales 30 767 fraccionaban
ejidos; en 18% fue a adjudicatarios de baldíos, el 4% a compradores de terrenos
nacionales; el 2% a colonos y sólo un 1.67% a labradores pobres. A partir de
esos años las comunidades indígenas y los pueblos de mestizos litigan por
defender sus tierras. A los que se defendían se les llegó a calificar de
comunistas y de constituir un peligro para la nación.
Ante esa situación que venía
agravándose desde años atrás, en 1879 se celebró el Congreso de los Pueblos
Indígenas de la República
para defender sus tierras. Una serie de movimientos de cierta intensidad
revela el descontento de la masa campesina. Las rebeliones de campesinos por
esa situación son numerosas en el siglo XIX y muchas de ellas tienen un
entronque causal con la de la época colonial.
Algunas de ellas son: la de Teconapa,
Guerrero, que se difundió en Guerrero y Puebla; en 1847 el levantamiento de la Sierra Gorda con un
plan agrario dado en Río Verde el 14 de mayo de 1848, y el cual tiene un gran
contenido social. Entre sus puntos principales destacan los siguientes:
l) El Congreso dictará leyes sabias y
justas que arreglen la propiedad territorial bien distribuida, a fin de que la
clase menesterosa del campo mejore de situación;
2) Se erigirán en pueblos las
haciendas o ranchos que tengan de 1 500 habitantes arriba y los elementos de
prosperidad necesarios;
3) Los arrendatarios
sembrarán la tierra a una renta moderada y no a partido y los propietarios
repartirán los terrenos que no sembraren por su cuenta;
4). Los arrendatarios no pagarán
ninguna renta por paisaje de casa, pastura de animales de servicio, leña,
maguey, tuna, lechuguilla y demás frutos naturales del campo que consumen
en su
familia;
5) Los peones o alquilados que
ocuparen los propietarios serán satisfechos de su trabajo en dinero o en
efectos de buena calidad y a los precios corrientes de plaza.
Ante las rebeliones, el Gobierno de
aquellos años solicitó a la
Dirección de Colonización un estudio, del cual se desprendía
que ellas eran provocadas por el despojo de que se hacía víctimas a los pueblos
y que no podían evitarse por la represión violenta, sino poniendo remedio a
las causas. Terminaba el dictamen: "Las revoluciones sociales están ya
reemplazando a las políticas y la sabiduría de los gobiernos debe mostrarse en
prevenirlas, en remover sus causas más o menos próximas... El hambre y la
desesperación tienen un poder que excede al de todos los gobiernos de la
tierra."
Los constituyentes de 1857
desatendieron el problema de la tierra por su exagerado criterio liberal. Salvo
los votos de Ponciano Arriaga, de Isidoro Olvera y de José María del
Castillo Velasco en los que se proponían medidas prudentes para resolverlo, no
se escuchó voz ninguna en defensa de los campesinos. Por ello a partir de esos
años y una vez que la
República se restaura, las rebeliones campesinas aumentan. En
1869 aparece el Plan Agrarista de Tezontepec y se escuchan las voces de los
indígenas de Nayarit que encabeza Manuel Lazada. En 1870 hay rebeliones en
Chiapas, Puebla, Michoacán.
El año anterior había ocurrido la
revuelta de Chávez López, quien aprehendido fue fusilado en la "Escuela
del Rayo, y del Socialismo", que su grupo había creado en Chalco. Los
continuos alzamientos de Miguel Negrete y de Tiburcio Montiel, que lograban
adherir a sus huestes a numerosos campesinos, muestran cómo algunos dirigentes
político-militares eran conscientes del problema que se agudizó día tras día.
Las siguientes décadas a partir de 1870 están llenas de rebeliones surgidas en
continuos lugares y por comunes causas.
En los sitios en que la población
aumentaba, pero en donde también la tierra estaba más acaparada por unos
cuantos hacendados, Morelos y Puebla, la tirantez fue mayor. Jovito Serrano,
campesino delegado de los morelenses, pagó con el destierro en Quintana Roa su
osadía de representar a miles de hombres y mujeres despojados de sus tierras.
Unido a él estuvo Emiliano Zapata quien, defensor de las tierras de
Anenecuilco, se dará cuenta de que el problema fundamental de la mayor parte de
la población mexicana lo constituía la propiedad de la tierra; con el lema que
el partido liberal enarboló, "Tierra y Libertad", se lanza Zapata a
la rebelión, portador de un deseo viril de reivindicación de sus propiedades.
En algunas regiones del país las
rebeliones campesinas fueron muy graves como en Sonora y Quintana Roo, en los
años de 1885-87 y en 1891-1892. La rebelión de Tomochic, narrada tan
dramáticamente por Heriberto Frías, revela la angustia de un pueblo que se
siente cercado y en trance de perderlo todo. Ante ello, el sacrificio de la
vida es la única salida.
Respecto a las condiciones de trabajo,
a más de mencionar las largas jornadas de sol a sol, los bajos salarios, el
endeudamiento continuo, maltrato de capataces y mayordomos, el arraigo forzoso
a la hacienda y la imposibilidad de movimiento, el castigo impuesto a los que
intentaban fugarse, la existencia de cárceles "tlapixqueras" en donde
se encerraba a los remisos y rebeldes, la confabulación entre hacendados para
que no huyeran los peones encasillados hacia otros lugares, las vejaciones
continuas, la fragmentación de la familia por el enganche forzoso, "la
leva" que se practicaba para integrar el ejército, males que algunas
mentes conscientes señalaron como lacras del régimen, hay que señalar también
el que se dio en algunos lugares, Oaxaca, Yucatán y Quintana Roo, la existencia
de una condición servil, esclavista. Indios trasladados en masa desde el yaqui
hasta el Valle Nacional, a los campos henequeneros de la península yucateca, y
con los cuales comerciaban políticos, hacendados en contubernio con numerosas
autoridades.
Esa situación de gravedad extrema alarmará
las dormidas conciencias de los mexicanos, cuando varios extranjeros, entre
otros John K. Turner reportero de The American Magazine, de Mexican
Herald y colaborador de Regeneración, el diario de los Flores
Magón, denunció en un tono violento el restablecimiento de la esclavitud en
México, la cual consideró más terrible y cruel que la existente en Siberia o en
las colonias africanas. Su obra México bárbaro fue un "Yo
acuso" sensacional. Su circulación en los Estados Unidos y en México
mostraría una de las lacras sociales más graves del régimen de Díaz.
La ceguedad de las autoridades, el
círculo cerrado de aduladores en torno del viejo dictador que no percibía ya
los males del pueblo, de ese pueblo al cual había prometido tantas mejoras y
tanto bienestar en su Plan de Tuxtepec, de ese pueblo que si lo admiró y apoyó,
ahora le despreciaba, más aun le odiaba, pues pensaba que todo el mal venía de
arriba, esa resistencia o imposibilidad de escuchar el sordo clamor de una
nación, va a ser una de las causas fundamentales de la revolución de 1910. No
fue un pretexto político el que la originó, sino males sociales ancestrales que
se trataron de suprimir.
Eso fue lo que grandes capas del
pueblo comprendieron ocurría durante la administración de Díaz, y lo que las
llevó, arrastradas por la desesperación, a concluir con un régimen que no les
había escuchado.
Tales son a grandes rasgos algunos de
los aspectos fundamentales que ofrece la sociedad en las últimas décadas del
siglo XIX y los primeros años de 1900.
Entonces se podría tomar como que la época colonial era cuando se tomaba un pedazo de tierra con o sin gente y se apropiaban de ella; con la llegada de gente a este pedazo de tierra era entonces como lo consideraban, colonización.
ResponderEliminarEsta práctica si que fue milenaria, y les sirvió para apropiarse de territorios, y pues en varios casos causo algunas revelaciones.
Algo mas por lo que podemos decir, que como pretendemos entender el presente, sino buscamos a través del pasado, para un cambio en el futuro.
Que,buen blog¡¡¡
ResponderEliminarLos archivos que nos comparte, son buenos ya que nos ayudan a desarrollar y complementar diferentes trabajos y conocimientos.